domingo, abril 10, 2005

Acto Quinto: Una lágrima, la incomprensión, la ausencia

Un domingo sin ti,
de tí perdido,
es como un túnel de paredes grises
donde voy alumbrado por tu nombre;
es una noche clara sin saberlo
o un lunes disfrazado de domingo
es como un dia azul sin tu permiso.

Llueve en este poema;
tú lo sientes con tu alma vecina del cristal;
llueve tu ausencia como un agua triste
sobre mi frente desterrada.

He comprendido cómo una palabra pequeña:
igual que un alfiler de luna
o un leve corazón de mariposa,
alzar puede murallas infinitas,
matar una mañana de repente,
evaporar jardines,
trinchar un dia como si fuera un lirio,
volver granos de sal a los luceros.

He comprendido
cómo una palabra de la materia azul de las espadas
y con aguda vocación de espina
puede estar en la luz como una herida
que nos duele
en el centro de la vida.
Llueve en este poema,
y el domingo gira como un lejano carrusel;
tan cerca estás de mi que no te veo,
hecho de mis palabras
y mi sueño.

Yo pienso en ti detrás de la distacia
con tu voz que me inventa los domingos
y la sonrisa como un vago pétalo
cayendo de tu rostro sobre mi alma.

Con su hoja volando hacia la noche,
rayado de llovizna y desencanto,
este domingo sin tu visto bueno
llega como una carta equivocada.

La tarde, niña, tiene esa tristeza del aire
donde hubo antes una rosa;
yo estoy aquí rodeado de tu ausencia,
hecho de amor,
y solo como un hombre.

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